En la mañana del domingo 6 de mayo (día de la madre), un grupo de diez valientes aventureros miembros de A.G.A.E. se dieron cita para realizar una magnífica ruta por los parajes granadinos.
Tras reunirse en el C.C.Kinépolis de Pulianas, seis de ellos (Antonio, Toñi, Javier, Milton, Grace y su hijo Borja) comenzaron el desplazamiento en coche hasta Cogollos Vega, el pueblo en el que tendrían lugar las peripecias narradas a continuación. Allí, después de tomar el desayuno y encontrarse con los otros cuatro restantes (Orlando, Maricarmen, su hijo Manuel y un amigo del joven), emprendieron la subida en coche hacia la base del Cerro del Calar del Marchante. Una vez allí, abandonaron los vehículos y empezaron la ascensión de la montaña, no demasiado escarpada, pero sin una senda clara por la que subir, por lo que se formaron pequeños grupos que andaban a su ritmo, buscando el camino más seguro en medio de las rocas. Con la intención de llegar hasta las trincheras de la cima, continuaba el avance sin prisa pero sin pausa hasta que, de pronto, Maricarmen comenzó a sentirse indispuesta. Intentó proseguir, pero ese contratiempo la obligó a interrumpir la subida y regresar a los coches, en compañía de su marido Orlando.
El resto reanudó el remonte, abriéndose paso entre la seca maleza y las blancas rocas, disfrutando de las maravillosas vistas que se presentaban al ir ganando altura y observando algunas trincheras o refugios de la época de la guerra civil. Tras más de dos horas de ascensión, finalmente llegaron a un falso llano muy cercano a la cima en el que, después de descansar unos minutos para reponer líquidos, hizo su aparición una manada de caballos salvajes –entre los que se encontraban algunos potrillos–, cuya majestuosidad, porte y bravura fueron capturados por las cámaras de algunos de los protagonistas. Sin embargo, a veces una foto puede salir cara, y más si uno confía en el terreno que pisa, sin prestar atención a la posibilidad de tener un pie atrapado entre las ramas de un pequeño matojo de monte. Es lo que le ocurrió a Grace, quien se dispuso a caminar después de guardar la cámara, para acabar en el suelo tras un fuerte impacto que fue absorbido de lleno por su mano izquierda, y provocando la incapacidad de esta. Rápidamente, los allí presentes se dispusieron a buscar cualquier tipo de rama lo suficientemente fuerte como para entablillar la extremidad. Milton, marido de Grace, sacó la carcasa del protector de su móvil y, asegurada con esta pieza y vendada con la bufanda de ella, la dolorida muñeca quedó fijada de manera aceptable. Además, utilizando la pañoleta scout de Antonio a modo de cabestrillo, la mano de Grace quedó perfectamente inmovilizada, pudiendo al fin levantarse del suelo y completando así los primeros auxilios requeridos en este tipo de situaciones.
La comida fue rápida –pensando en regresar lo antes posible–, pues Grace necesitaba atención médica y la situación no estaba para más sobresaltos. Sin embargo, en poco tiempo el cielo quedó totalmente cubierto de nubes grises: la climatología aún daría una vuelta de tuerca más a los acontecimientos. El descenso se realizó por la otra cara de la montaña y en pequeños grupos: Javier y los dos jóvenes eran los primeros, bajando a ritmo rápido y buscando el recorrido más corto hasta el camino que se atisbaba en la lejanía. En medio, Antonio y Toñi, a paso firme y seguro. Y cerrando el grupo, Grace, Milton y Borja, quienes buscaban el recorrido menos escabroso posible, examinando el terreno hasta encontrar la forma más suave de bajar, pues la merma física de ella impedía cualquier tipo de desnivel pronunciado en el descenso. La anunciada tormenta –los truenos se escuchaban cada vez más cerca– hizo acto de presencia en medio de la bajada, hasta convertirse en una intensa granizada pocos minutos después, añadiendo aún más dificultades a los acontecimientos. Había que llegar lo antes posible a los coches.
Afortunadamente, Orlando, que venía de dejar a Maricarmen en casa, regresó para recoger a los jóvenes, entre los que estaba su hijo Manuel. Localizar al grupo no fue fácil, pues los walkies se quedaron sin batería y la comunicación con él se vio interrumpida por esta causa. No obstante, antes de que pasara esto, Antonio consiguió transmitir la posición del grupo. Los protagonistas fueron llegando poco a poco hasta el camino transitable, donde esperaba Orlando con el coche, en el que se subieron los dos jóvenes, Grace, Milton y Borja, estos tres últimos cubiertos de barro. Antonio y Toñi, aún continuaron caminando en medio de la tormenta para dirigirse hacia su coche. Al llegar allí, hubo un momento de incertidumbre, pues Javier –la mayoría pensaba que habría sido el primero en llegar–, que se había separado de los jóvenes en la bajada para buscar un camino por su cuenta, no estaba y no daba señales de vida.
Finalmente, Orlando llevó a Grace, Milton y Borja hasta su coche, en Pulianas. Por el camino, llegaron las buenas noticias de que Antonio y Toñi habían encontrado sano y salvo –aunque empapado, igual que todos– a Javier. Ya en Granada y aún llenos de barro, Grace y su familia acudieron al hospital de Traumatología para obtener un diagnóstico de su muñeca: fractura distal del radio. En síntesis, un día de la madre intenso, con una gran aventura digna de ser recordada. ¡A por la siguiente!
Escrito por Borja