Ayer falleció nuestro querido amigo Manfred. Lo conocimos en los comienzos de AGAE, a través de Teresa , una de las fundadoras del grupo Poseidón y amiga desde entonces.
Manfred compartía con nosotros su gusto por la naturaleza y por la montaña y pronto se incorporó junto con Teresa a nuestro proyecto, en el incipiente grupo andarín que decidió denominarse guilda Estrella Polar. Nuestro debut comenzó con la idea de recorrer tramos del sendero de alta montaña Sulayr, para lo cual hicimos una quedada en Capileira a la que se sumaron además de los habituales (Manolo, Mati, MªPura, Manuel Perea, Lillo, Manfred, Teresa y yo) otros miembros emergentes de Agae como Miguel Nogueras y Luis, del grupo Genil.
A esa primera excursión se fueron sumando otras muchas (Ermita Vieja, Cueva Secreta, Alayos) en las que tuvimos la oportunidad de descubrir a muchos Manfred: el montañero incansable, el ameno conversador, el escuchador incombustible, el reposado compañero de viaje, el pensador inquieto…
En plena consolidación de la guilda Estrella Polar Manfred y Teresa recibieron la noticia inesperada de una gran oferta laboral y personal: la dirección del centro ecuménico Los Rubios en Málaga y se lanzaron al Proyecto con la determinación que te otorga la madurez y largura de miras del que tiene unos valores y creencias bien sustentados.
Sus amigos creímos haberlos perdido temporalmente por la distancia pero, su nuevo trabajo nos dio en dos ocasiones más la oportunidad de reencontrarnos, esta vez abriéndonos su hogar, como inmejorables anfitriones: primero en uno de los campamentos de primavera de Agae y recientemente, en el mes de marzo, en el VII Encuentro andaluz de Scouts Adultos.
En ambas ocasiones Manfred y Teresa han sido los anfitriones perfectos para nuestras actividades, en el difícil punto intermedio entre la cariñosa y personalizada atención y el respeto a nuestra intimidad como Asociación.
En la primera ocasión me impresionó de Manfred la serenidad con la que recibió la noticia de la muerte de su padre, que aconteció durante nuestra estancia en su hotel. Su profundo sentimiento religioso le permitió afrontarla con profundo dolor, pero también con calma y sabiduría, como la culminación de las etapas naturales de la existencia humana.
En este último Encuentro, algunos miembros de AISG participaron en el culto de la mañana del domingo y Manfred los integró plenamente en su desarrollo. Como agradecimiento a su buen hacer les entregamos la pañoleta de AISG, que Manfred recogió muy emocionado, aunque nunca fue scout.
Ahora, cerrando los ojos y pensando en Manfred, no puedo contener unas lágrimas al pensar en todo lo que nos quedaba por descubrir de él. No me lo puedo imaginar sin su eterna sonrisa y su característico acento alemán. Quizás su mejor lección fue su serenidad ante la muerte, el último viaje vital que se hace más llevadero cuando, como Manfred, te vas con las maletas cargadas de cariño hacia los demás.