Las personas que formamos parte de esta hermandad solemos decir: Una vez scout, siempre scout. Es decir, casi todos tenemos un pasado común en grupos scouts o guías desde la niñez o la adolescencia, que en muchos casos se extiende hasta bien entrada la juventud. Y lo mas interesante es que una vez “soltadas las amarras” con nuestro grupo seguimos sintiéndonos parte de él, seguimos sintiéndonos scouts.
A veces desde fuera, las personas que no han vivido el escultismo de niños, se preguntan cual es el enganche emocional que nos mantiene unidos a esta gran hermandad mundial, incluso después de haber pasado tantos años.
Podríamos pensar que uno de esos “enganches” puede ser la circunstancia de haber vivido nuestras experiencias scouts en etapas de la vida determinantes, como son fundamentalmente la niñez, y la adolescencia. Algo de razón puede haber en esto, ya que es cierto que las vivencias que se tienen en estas edades, especialmente cuando son muy intensas, dejan unas huellas importantes en nuestra memoria: las llamadas memorias de destello. Son como ráfagas de sensaciones y emociones que se desencadenan ante un recuerdo intenso determinado.
Eso puede ser parte de la explicación, pero evidentemente tiene que haber algo más que explique porqué las vivencias scouts dejan generalmente esa huella importante en nuestra memoria y en nuestro carácter, como para mantenernos fieles al sentimiento de pertenencia al grupo.
Evidentemente, el hecho de que la mayoría de nuestras anécdotas y vivencias hayan transcurrido en la naturaleza nos da también parte de la respuesta al porqué de la magia del escultismo: respirar aire puro, oler a hierba, cobijarte a la sombra de un árbol o enjuagarte la cara en un río es tener la oportunidad de reconocerte como un elemento más de la naturaleza y encarar con respeto el orden natural.
Pero aún así, la explicación se me queda corta: Qué nos mueve a los scouts o guías adultos a seguir buscándonos y disfrutar entre nosotros cuando coincidimos?
En las asociaciones de scouts adultos actuales nos reunimos personas que no tenemos un pasado común: muchos de nosotros procedemos de grupos scouts distintos, de ciudades distintas y de costumbres y tradiciones scouts diferentes. Entonces, cual es el secreto que mantiene la llama de nuestros proyectos encendida? Solo la evocación de los recuerdos de nuestra niñez o el contacto con la naturaleza no pueden ser la respuesta.
Hace poco nos ha dejado un gran amigo y una gran persona, Txiki Vargas que tuve la oportunidad de conocer a raíz de mi pertenencia a AGAE (la asociación de Granada). Con el coincidí en múltiples actividades de scouts y guías adultos en Madrid, Llerena, Sevilla, Zaragoza, etc. y siempre que lo veía me parecía relacionarme con alguien conocido de toda la vida: sus códigos de conducta, de humor, de relación social y de empatía me resultaban tan familiares que conectaba rápidamente con él, independientemente del contexto en el que estuviera. Y eso mismo que he sentido con Txiki prácticamente me ha pasado con la mayoría de las personas con las que coincido, no solo en mi asociación, sino también en el resto de asociaciones de España. He reflexionado mucho sobre la magia invisible que envuelve nuestro sentimiento scout. Esa chispa que hace que perdure la huella tantos años, que te empuja a coincidir con personas a veces desconocidas que han vivido lo mismo que tú. Parte de la respuesta la voy descubriendo con nuevas palabras que no conocía y que a partir de la pandemia he incorporado a mi vocabulario.
La primera palabra es UBUNTU: este término africano se usa para definir el Bien Común. ¿Como puedo ser feliz si los que me rodean no lo son? En las aldeas africanas cuando alguien piensa en el bien común más que en el suyo propio dicen que tiene UBUNTU. El espíritu Ubuntu te da altura de miras, generosidad y empatía, pero sobre todo te da felicidad: Ser feliz haciendo felices a los demás fue el principal mensaje del fundador del escultismo y esa expresión era la traducción del Ubuntu africano que nosotros hemos tenido la oportunidad de vivir en nuestros grupos scouts.
En esta sociedad cada vez más individualista y materialista tener Ubuntu, es decir, pensar en el bien común antes que en el propio, te hace parecer extraño a veces, especialmente en contextos de alta competitividad: los scouts somos más cooperadores que competitivos, y estos últimos años esta tendencia no estaba de moda. Pero la pandemia mundial COVID 19 ha venido a romper muchos esquemas, y uno de los más importantes es que parte de la solución solo se alcanzará con el espíritu UBUNTU. De esta crisis saldremos más fácilmente si trabajamos por el bien común, no por el bien particular, esto aplicado no solo a las personas sino también a los países y a los territorios. Hacen falta muchas personas imbuidas de UBUBTU para que esto se arregle con el menor coste de vidas humanas. Los scouts y guías tenemos mucho que aportar a las soluciones dialogadas de los problemas locales. La segunda palabra que se me viene a la mente en estos días y que también relaciono con la magia del escultismo es la RESILIENCIA: la resiliencia es la capacidad de rehacerse frente a las situaciones adversas y extraer de ellas oportunidades para mejorar. Entre las cualidades más destacadas de las personas resilientes está una de nuestras leyes scouts: el enfoque positivo ante la adversidad. Nuestra quinta ley es la que siempre me ha gustado más: el scout sonríe y canta ante peligros y dificultades. Este paralelismo entre la cualidad y la ley me hace pensar que en los grupos scouts nos hacíamos resilientes encarando los problemas con optimismo y siendo positivos siempre en la búsqueda de soluciones. De nuevo volviendo a la actual pandemia pienso que habrá que entrenarse como sociedad para ser resilientes y convivir con el virus el tiempo que corresponda con responsabilidad, pero sin caer en miedos o tremendismos que nos paralicen. En eso los scouts ya estamos entrenados, lo grabamos a fuego en nuestro carácter hace tiempo.
Es por ello por lo que pienso que en estos momentos tan especiales en los que la crisis sanitaria ha dejado al descubierto una crisis de valores aún más preocupante y una crisis económica que agrandará más si cabe, la diferencia entre grandes y pequeños en el mundo, lo aprendido en nuestra vida scout y lo vivido en nuestras asociaciones actuales debe venir ayudarnos a sacar lo mejor de nosotros mismos y ponerlo al servicio de los demás, en aras del BIEN COMUN.