Salida Cueva Secreta

Cueva Secreta

1 de diciembre, 8´15h a.m. Hace un frío que pela pero somos jóvenes y se aguanta bien. Mientras esperamos a los tardoncillos visitamos el Museo Scout con ambiente navideño. Cogemos los coches y nos vamos a Güéjar-Sierra; bueno, antes nos damos una vueltecilla por el pantano de Quéntar para ver si estaba a buen nivel el agua (con el cambio climático nunca se sabe).
Somos siete, pero valemos por veinte: Mª Pura, Manolo Perea, Teresa, Manfred, Lillo, Toñi y Mati. Dejamos los coches en el Barranco de San Juan y  a las 10´00h comenzamos la caminata por la Verea de la Estrella. Hace un día precioso, con sol, olores a tomillo, castaños y nogales dorados, el valle todavía entre sombras, el incansable río Genil con aguas realmente cristalinas y, cuando alzas la vista, los picos majestuosos y nevados de Sierra Nevada.
Paradilla en el árbol “El Abuelo”, centenario y en mitad del camino. Foto con cara sonriente. No somos los únicos, por el sendero nos vamos encontrando a muchos excursionistas con los que practicamos las normas de cortesía: ¡güenas!, ¡buenos días!,  ¡hasta luego!…
Cuando llegamos al Vadillo ya tenemos las caras sudorosas y la lengua un poco fuera. – Lillo, ¿cuánto falta pa llegá? –Ná, eso está ahí mismo, a un par de humás. Esto viene de antigüo, de cuando éramos todavía más jóvenes y no conocíamos bien los caminos de la excursiones (yo creo que igual que ahora), entonces nos cruzábamos con un lugareño y le preguntábamos por el tiempo que nos quedaba hasta llegar a tal o cual sitio, entonces el buen hombre se quitaba el medio cigarro que se le estaba consumiendo entre los labios y decía: -Eso, pos… a un par de humás. Y se quedaba tan contento. Y tardábamos tres o cuatro horas en llegar. Las humás es lo que tardas en fumar un cigarrillo. Como a esta excursión iba Manfred (alemán), le tuvimos que explicar bien qué significaban las humás.
Las conversaciones eran variopintas e instructivas: qué comidas no engordan, qué rico está el mazapán que vende en el Lidel, qué sano es hacer deporte, qué baratico es este jersey de la marcha verde, cómo se vive y se come en Nador, cuántas excursiones hacíamos con los scout y no como ahora, ¿cuándo vamos a llegar?…
Llegamos a “La mina de la Estrella”. Increíble la temperatura en el interior (caliente y por lo visto constante durante todo el año, con el frío que hacía afuera)
Cruzamos el Puente sobre el Rio Guarnón bebimos un poco de agua y seguimos nuestro camino.
Subimos, subimos, subimos, empezamos a pisar nieve, es la una de la tarde y “cueva secreta” parece que está en un lugar muy secreto, sólo accesible a los valientes.
A los lados del sendero, inclinación de por lo menos un 90% y todo lleno de lajas, vemos un montón de vacas intentando no caerse por el terraplén y arrancando los cuatro hierbajos que crecen por allí. Las bautizamos vaca-cabra, típicas de este grandioso valle real.
Una y media de la tarde. El aire ya no huele a tomillo, sino a bocata de chorizo (o por lo menos a mí me lo parece). Ya no puedo más. Lillo había dicho que era una “excursioncilla” de entrenamiento, mañanera…
Encontramos dos metros cuadrados de llanura (llena de enormes piedras de río, eso sí, con canto rodado) y allí nos sentamos a comernos nuestro rico bocata.
-Bueno, ya queda poco para “Cueva Secreta”…   -¿Cómo…? Discusión general: seguro que la cueva está a la vuelta de la esquina…, ya es muy tarde…, ya que hemos llegado hasta aquí…, a las cinco y media se hace de noche…, nosotros podemos…, ¿has contado con lo que nos queda para volver?…
Total, que al final los hombres se fueron y las mujeres nos quedamos charlando tan ricamente (después dicen todo eso de la igualdad de las mujeres).
A la hora volvieron con la cara satisfecha del deber cumplido, habían llegado a “Cueva Secreta”.
Rápidamente nos pusimos en marcha para la vuelta, pues en realidad ya no daba el sol en todo el valle.
Cuando llegamos a los coches teníamos los dedillos de las manos congelados, menos Toñi, que llevaba los calcetines de repuesto a modo de guantes.
Nos tomamos un café en Güéjar-Sierra y allí constituimos la “Guilda Estrella Polar”, abierta a cualquier adulto-joven para hacer “excursioncillas” como ésta que os he intentado contar.

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